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miércoles, 13 de septiembre de 2006

FERNANDO MENIS: RAZÓN Y EMOCIÓN


Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste
Publicado en suplemento 'Cultura/s', La Vanguardia, Barcelona - Número 221

En El Monte Análogo (Atalanta 2006), René Daumal plantea cómo el pensamiento humano ve intensificada su potencia mediante la relación y percepción con el entorno natural. Relatando la experiencia de unos exploradores a la búsqueda de un punto geográfico donde se funde la unión de lo visible y lo invisible, Daumal habla de una forma de predisposición psíquica ante un paisaje y otorga una clave que refina la noción de mimesis al afirmar que los productos del hombre son un reflejo de su relación psicológica y sensorial con la naturaleza. Esta formulación ofrece una interpretación para el edificio Magma Artes&Congresos.

A través de la analogía plástica de olas marinas y rocas germina la expresividad sinuosa y grávida de esta estructura que podría ser imaginada como una especie de prodigio orgánico natural, abrumadora en la cercanía y diluyéndose en las formas, materias y colores de su entorno en la distancia. Cada elemento del edificio tiene como objeto generar la creación un espacio interior de condiciones acústicas óptimas; la construcción surge de una maximización de la experimentación técnica, a nivel ingenieril y arquitectónico que permita satisfacer esa demanda, y está a la vez fuertemente sostenida por una idea estética concebida desde la propia vivencia de Fernando Menis (autor de este edificio junto a Felipe Artengo y J.María Rodriguez Pastrana), que reconoce que el claro y poderoso paisaje de Tenerife así como la educación rigurosamente pragmática que adquirió durante sus años de formación en la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona son factores fundamentales en su hacer arquitectónico.

Sustentando este hacer en el enlace de los valores de la razón y la emoción, Menis parte de una atención a la realidad y una concepción de la arquitectura alejada de poses de intelectualismo. Profundamente ligada a las formulaciones del Movimiento Moderno en su vertiente más expresionista, en su obra el compromiso por la impecabilidad constructiva con que resolver eficientemente un programa se fusiona con la búsqueda de procurar una experiencia a los sentidos a través del contacto con la materialidad y cualidades del edificio, concentrándose en todo momento en la esencialidad, rehuyendo empeños que artificilizarían la relación entre el edificio y los individuos y su entorno. “Intento hacer una arquitectura que pertenezca a su lugar, tratando de trabar relación con lo cercano. Trabajar con lo que está ahí. Resolver los proyectos con los elementos que tengo ante mí”, explica, dejando que sean sus propios proyectos los que evidencien su capacidad para crear arquitectura descubriendo el potencial de los recursos inmediatos desde su propio carácter y coherencia con el objetivo de que ésta enriquezca su lugar y la vida de sus usuarios.

Su inventiva está guiada por una fuerte dosis de sentido común no exenta de una marcada intención de experimentar de la que resulta la formulación de soluciones innovadoras precisamente por cómo modela su imaginación para reelaborar armónicamente lo presente y por el carácter realista de las posibilidades que abre mediante su intervención. Esa capacidad sumada a su atención sensible a las materias físicas le hace saber dotar a su obra de lo que denomina ‘rasgos indecibles’, haciendo que la construcción sirva a la función siendo a la vez estructuradora de modos de descubrir la percepción de sonido, luz, imágenes … para gozar el acto de sentir.

Sus obras en Tenerife arquitecturizan el paisaje no como un ejercicio de contextualismo: hace que su tarea sea rescatar y redefinir hechos topológicos y materiales ligados con la esencia de éste que se encuentra en su propia psique para que devengan realidades construidas, edificios que evocan el paisaje desde una comprensión sensible.”Trabajar en una isla me ha permitido pensar sobre otras posibilidades para definir elementos, plantear cosas diferentes” dice, siendo un ejemplo claro de cómo una arquitectura de claras reminiscencias locales –no entendido como regionalismo, sino como profundización en la esencia telúrica del lugar- adquiere desde esta propia preservación y explotación de lo propio una dimensión a la vez integrable en lo global.

La cruda expresión pétrea del centro Magma y la estructura en construcción de la iglesia del Santísimo Redentor sugiere la existencia de un cierto componente de reminiscencia en esta arquitectura, del encuentro con algo que está en el origen, que se podría explicar por el interés de Menis en redescubrir materiales tradicionales y en comparar el proceso de concepción de sus proyectos con el modo en que se creó el paisaje de Tenerife, haciendo que esta impregnación psíquica de la imagen y latencia de vida de lo natural en su intelecto dote a su trabajo de una sofisticación conceptual que radica en el modo en que se evoca como una formulación contemporánea de la aproximación ancestral a la naturaleza como modelo para la arquitectura.

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