Por Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste
Publicado en ABCD las Artes y las Letras - Número: 812
La intensa actitud visionaria de la arquitectura producida en Rusia durante los años inmediatamente posteriores a la Revolución de Octubre de 1917, producto del compromiso de los arquitectos con el ideario de la revolución cultural prometida por el nuevo régimen soviético y el contagio del espíritu de las vanguardias europeas, hizo emerger una sintaxis radicalmente nueva, cuya evolución fue abruptamente coartada por la represión estalinista.
El foco creativo que se concentró en Rusia entre 1922 y 1932 -protagonizado por El Lissitzky, Vladimir Tatlin, Konstantin Melnikov, Aleksander Vesnin, Moisei Ginzburg o Nikolai Ladovsky- atrajo a arquitectos como Le Corbusier o Erich Mendelsohn, siendo este último el primer europeo que analizó críticamente y documentó con fotografías los primeros edificios construidos. Ambos constataron las dificultades a las que se enfrentaba la materialización de los proyectos concebidos con el nuevo lenguaje contemporáneo en aquel país empobrecido, técnológicamente infradesarrollado, sin materiales disponibles ni obra de mano capacitada, y sometido a las dinámicas impuestas por las políticas gubernamentales, que priorizaban la edificación de factorías, sedes de organismos oficiales, asociaciones de trabajadores o viviendas comunitarias.
Todo un desafío. Sin embargo, esa situación adversa constituyó para los arquitectos soviéticos un desafío que potenció al máximo la energía de su imaginación para concebir estructuras en las que se encapsulasen los ideales del orden social del nuevo régimen. El papel se convirtió en territorio donde concretar virtualmente una arquitectura más allá de los límites que la realidad permitía. Arquitectura concebida para reflejar el espíritu de su tiempo, laboratorio de ideas experimentales, que pronto comenzó a verse denostada por la doctrina del realismo socialista, siendo paulatinamente rechazada hasta verse abocada a una negación maldita: víctima de una damnatio memoriae que culminó en una invisibilización absoluta que se ha prolongado hasta el presente.
Pese a su condena forzada a la condición de efímera, la audaz, profunda y compleja arquitectura producida por la vanguardia rusa ha devenido una de las referencias fundamentales para la experimentación del lenguaje arquitectónico contemporáneo a partir de su redescubrimiento en el ámbito académico arquitectónico de Europa y Estados Unidos desde la década de los sesenta, intensificado durante los setenta, para reemerger en la energía que guió las visiones deconstructivistas a principios de los ochenta, y que, vistas retrospectivamente, pueden parecer un simple capricho formal que intentó revivir la imagen y no el idealismo poético del que surgía.
El espíritu de rodchenko. El MOMA presenta ahora una exposición del fotógrafo arquitectónico Michael Pare en la que se presentan imágenes del estado actual de los edificios diseñados para las principales capitales soviéticas, y que constituye una inédita aproximación a este periodo de la Historia de la arquitectura del siglo XX, cuyos inicios fueron documentados por diferentes fotógrafos, aunque fueron las imágenes creadas por la mirada de A. Rodchenko las que transmitieron con total precisión la radicalidad de aquel espíritu arquitectónico.
Las fotografías de Pare son el resultado de doce años de trabajo; de sucesivos viajes; de una pesquisa constante para hallar edificios cuya presencia ha sido ignorada totalmente durante décadas; de fotografiarlos con o sin permiso oficial; de regresar a ellos al cabo del tiempo para poder acceder a partes que estaban vetadas? Un proceso de búsqueda en el que, en sus propias palabras, «la sensación de descubrimiento siempre se mantuvo vigente y vívida».
Las imágenes francas y directas de Pare, donde se evidencia el estado de abandono y fragilidad de esos edificios, se presentan en yuxtaposición con documentos gráficos de la época -páginas de las revistas donde las asociaciones de arquitectos plasmaban sus planteamientos renovadores- con objeto de enfatizar el doloroso contraste entre su degradada realidad actual y aquella fracasada concepción como imágenes ideales de una Rusia enérgica.
A su propio designio. Trabajo documental con el que Pare denuncia las vicisitudes y el olvido de los que ha sido víctima la arquitectura en uno de sus períodos más gloriosos, y que actualmente siguen amenazados no sólo por los inevitables efectos del abandono, sino también por la voracidad de los especuladores inmobiliarios y la ausencia de sensibilidad oficial para protegerlos. Pero, indudablemente, la faceta más relevante de esta exposición es el haber logrado captar el espíritu que poseía este movimiento, comprobar el presente de aquellos edificios, que hoy, aunque amenazados, no han perdido nada de su heroísmo, belleza e intensidad original.
Con esta muestra, Pare nos enfrenta a los retratos de una arquitectura que hasta hace una década Occidente sólo conocía a través de imágenes engañosas y retocadas. Este fotógrafo se empeña en presentar su auténtica realidad superviviendo en un paisaje decadente, con edificios, casi ruinas en pie, alejados de la obsesión formalista con que alguna vez se intentó entender el Constructivismo ruso. Arquitectura de una época breve y magnífica, rebosante de ideas, pasión visionaria, riesgos formales. La revolución pensada y producida para un nuevo hombre y una nueva sociedad, un nuevo espíritu. «Los edificios de este período poseían una apertura y transparencia que constituyen la manifestación física de unas ideas que se planteaban directamente opuestas a todo lo precedente y a todo lo que sucedería posteriormente», escribe Richard Pare sobre la arquitectura nacida de esa explosión de talento a la que el autoritarismo temió y de la que abjuró. Creada para una época que no fue.
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