
Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste
Publicado en suplemento 'Cultura/s', La Vanguardia, Barcelona - Número 226
La Bienal de Arquitectura de Venecia debe comprenderse antes que como un foro de encuentro para el debate del estado de la arquitectura como un evento que en sí mismo debe ser hecho sujeto de reflexiones críticas. La presente bienal está protagonizada por exposiciones desde cuya heterogeneidad temática se intentan analizar y describir diferentes situaciones emergentes que están transformando al mundo a nivel global y local.
La principal cuestión para reflexionar que se plantea en esta Bienal es la de la relación entre el desarrollo de las metrópolis y la influencia de las tecnologías sobre el avance de la arquitectura.
Asumir la globalización como un hecho incuestionable y la tecnología de la información ha generado en todo territorio una sensación de desconcierto y la necesidad de definir una reubicación en sus posiciones geográficas y mentales. Y muchos han decidido dar un salto adelante rehuyendo asumir con objetividad el análisis y reflexión sobre las necesidades inherentes a sus propias realidades dentro de este contexto prefiriendo optar por abordar su reflexión sobre estas circunstancias del mundo contemporáneo bien tomando como sujeto temáticas de contextos lejanos o mediante una acumulación estadística de datos.
“Arquitectura, Ciudad y Sociedad” –exposición eje de la Bienal- dirigida por Richard Burdett plantea que del desarrollo de la ciudad basado en una actitud responsable del arquitecto y el urbanista depende asegurarse el progreso social en la era de la globalización. La exposición se presenta como una recopilación de datos que dificulta determinar hacia dónde quiere conducirnos tal exceso de información que devienen una mera anécdota desde la que no es posible aprehender y asumir activamente estas realidades para producir directrices o alternativas para la regeneración o toma de control sobre esas mutaciones urbanas. Ésta y la interpretación de la situación efectuada desde algunas perspectivas occidentales desvelan una cierta incapacidad de la arquitectura para intervenir tan decisivamente como desearía en la cristalización física y conceptual de las veloces transformaciones que está atravesando el planeta.
La mayoría de reflexiones sobre la metrópoli y la relación de las tecnologías de la información con la arquitectura reflejan la predominancia de una cierta actitud acrítica que no concibe resistencia ante unas hipótesis de futuro inmediato que crearían sociedades agorafóbicas en las que la tecnología sería ante todo un objeto de consumo y el potencial de sus aplicaciones se imagina en algunos como un factor para distinguir a sus usuarios como miembros de una elite intelectualmente avanzada. Infatuados ante esta situación, sus propuestas quedan en especulaciones que no pueden vincularse con las posibilidades realmente presentes de producir mejoras y desarrollo sobre las actuales condiciones de existencia de individuos y colectividades a nivel global y local.
Obstinada en seguir especulando por una vía tal vez ya agotada, abierta por Koolhaas en los noventa, cierta tendencia ideológica arquitectónica que parece predominar en los países más económicamente consolidados del norte de Europa -que al carecer de necesidades de desarrollo inmediato de sus infraestructuras y con normativas urbanísticas restrictivas que imposibilitan la especulación con cualquier espectacularidad megalómana- ponen su empeño en redefinir las grandes urbes asiáticas, tomándolas como patrón desde posiciones que se desvelan erróneas puesto que es preciso comprender que las escalas y cauces de desarrollo de Europa apenas serían comparables con las de esas metrópolis y porque en yuxtaposición con las propuestas con que de hecho concurren a la Bienal surge la impresión de que posiblemente Occidente busca paradigmas y referentes desde concepciones estereotipadas, artificiales e incoherentes con las auténticas realidades y ambiciones de desarrollo de los países referentes.
El Pabellón de Singapur sería el exponente de los intereses y concepciones de desarrollo de los Tigres Asiáticos, países interesados en usar la arquitectura como expresión de un potencial económico capaz de adquirir el interés caprichoso de grandes nombres de la arquitectura para ocuparse de proyectar edificios o revisar su planificación urbana mientras simultáneamente es territorio fértil donde codiciosos estudios occidentales levantan sin cuestionamientos ideas arquitectónicas grises. Entretanto, China ofrece uno de los pabellones más destacados de la Bienal mediante un interesante grupo de instalaciones experimentales –asimismo ampliadas por una serie de paneles informativos sobre la situación de Hong Kong- que transmiten una impresión acerca de la sensibilidad material y espacial china contemporánea y de las auténticas preocupaciones y alternativas creadas para fomentar el desarrollo de las diferentes capas que integran esta metrópolis en el siglo XXI.
Cada pabellón se erige como una propuesta sobre cómo crear y comunicar ideas que permitan la reflexión teórica y crítica de la arquitectura. Gran parte contienen instalaciones, concebidas como herramienta comunicativa, transmisora y activadora de ideas. Video-montajes que se contemplan en una sala a oscuras concentrando al espectador en lo evocado por imagen y sonido, espacios interactivos, montajes con objetos en los que se encapsule la complejidad de un concepto metafórico o estructuras escenográficas que intentan usar el espacio como un medio narrativo.
Un defecto en el que incurren algunas de las propuestas participantes es apoyarse en la mera complacencia estética que puede fundamentarse en la pulcritud y sofisticación del montaje o bien en su concepción deliberada como arriesgada alternativa anti-sistema, para reflejar una total desvinculación de intereses económicos – políticos- ideológicos condicionadores de la libertad creativa, recurriendo al empleo en bruto de materiales como cartón, madera, acero… Un valorable ejemplo de esta última opción estética lo plantea Francia, reflexionando sobre la ocupación mediante una especie de andamiaje que construye un prototipo experimental de estructura doméstica colectiva de crecimiento y uso flexible que genera un aura de espacio lúdico y acogedor para sus visitantes.
En la tendencia inversa, precisamente la participación española que destaca por el intenso carácter cosmético de su montaje –que delata su carácter oficial al respirar tal vez excesiva corrección política-, es la que más se aleja de elitismos intelectuales alojados en pabellones de comparable elegancia artificiosa. Curada por el arquitecto y catedrático Manuel Blanco, “Nosotras, las Ciudades” es un espacio protagonizado por monitores donde mujeres de diferentes generaciones y grupos sociales opinan sobre cuestiones relacionadas con la realidad de la arquitectura en España. Blanco crea un ágora donde hace patente la necesidad de desarrollar la arquitectura y el urbanismo desde una perspectiva y una acción democrática para comprender problemáticas y articular soluciones; advierte las distancias entre los conceptos sobre la arquitectura y el urbanismo que existen hoy entre las diferentes capas de la sociedad española –un mensaje con validez global- pero dejando entrever que subyace un cierto diálogo y contacto y que éste puede ser aún más potenciado puesto que, en definitiva, la ciudad es una pertenencia que existe y se desarrolla colectivamente.
Sin apoyarse en el efectismo estético sino concentrándose en presentar con claridad propuestas destinadas a reflexionar sobre sus identidades dentro del statu quo global desde la conciencia de cuáles son las prioritarias necesidades sociales de las que debe responsabilizarse una arquitectura capaz de influir sobre el afianzamiento de valores éticos unidos al interés por una arquitectura de calidad destacan las intervenciones de Polonia, Armenia, Chile, Rumania y Grecia. En esta misma línea destaca la participación de Estados Unidos que muestra proyectos para la reconstrucción de Nueva Orleáns, reflejando desde la no-oficialidad la sumergida realidad interna del país.
Éstos corroboran que la especulación formal y conceptual es indispensable pero también es necesario preservar el sentido social de la arquitectura, determinada hoy por la economía y el protagonismo desmesurado de unos pocos arquitectos elegidos. Es preciso afirmar la necesidad de que encuentros como la Bienal actúen como eventos en los que se hallen lugar la diversidad de tendencias, ideologías, circunstancias y conceptos que integran la realidad arquitectónica en presente antes que hacer de ellos una feria de variedades y vanidades donde cada uno intenta exhibir su virtuosismo.
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